Manifiesto de Salamanca
Los abajo firmantes hombres y mujeres de buena voluntad, académicos, responsables políticos, investigadores y profesionales del área, ante el proceso de envejecimiento progresivo de la población mundial y su expresión en la convivencia cotidiana y las políticas públicas, suscribimos el presente manifiesto reconociendo que la dignidad de la persona humana nos compromete en la promoción y defensa de los principios más elementales en que se funda la convivencia con todas las personas y en especial las personas mayores para erradicar toda forma de maltrato y discriminación expresadas en el edadismo/viejismo.
La evidencia científica demuestra de manera clara y contundente que las personas mayores son sujetos con plenas capacidades, a pesar de las particularidades propias de la edad, situación que no debiera ser un impedimento para su inclusión social en todos los ámbitos de la vida social y especialmente en el mundo laboral.
Resulta del todo necesario rectificar el vocabulario que se ha instalado muchas veces asociado al deterioro, situando más bien en este nuevos parámetros y otros mayores, que responde a una sociedad poco activa en prevenir enfermedades crónicas a otras de mayor edad.
Nos oponemos a la cultura del descarte «una cultura de exclusión a todo aquel y aquello que no esté en capacidad de producir según los términos que el liberalismo económico ha instaurado», que excluye a los seres humanos, animales y naturaleza.
Nos oponemos al edadismo que se manifiesta en estereotipos, prejuicios y/o discriminación contra de las personas por su edad, dividiéndolas por atributos que ocasionan daño, desventaja e injusticia, y menoscabando la solidaridad intergeneracional.
El trato a las personas mayores requiere cada vez más la participación de las universidades y todos los ámbitos del saber, sobre todo para conocer sus características y, especialmente, desarrollar mecanismos de intervención preventivos que permitan implantar estilos de vida que favorezcan un envejecimiento saludable, priorizando sectores donde existe mayor carencia de recursos técnicos e infraestructuras.
El mundo necesita prepararse para convivir en este nuevo escenario, pero requiere hacerlo sobre todo desde una actitud de inclusión y de acogida, entendiendo a las personas mayores como un legítimo otro. Le corresponde a los Estados, y a los gestores de las políticas públicas, facilitar la participación y el acceso a la cultura, al desarrollo de actividades artísticas, deportivas y al pleno desarrollo de todas sus capacidades bio-psico-sociales y espirituales.
Finalmente, los firmantes hacemos una llamada al conjunto de la población para instalar el respeto como puente único de entendimiento entre las personas mayores y el resto de la ciudadanía, reconociendo en ellos no sólo el legado histórico de una sociedad aún en desarrollo sino como el futuro al que queremos llegar. En este proyecto inclusivo se pretende que las personas mayores dispongan de un espacio de visualización, y se les reconozca su dignidad intrínseca junto a una protección social y jurídica que sean garantías de un buen vivir.